Un año más se ha dedicado una jornada específica de noviembre para sensibilizar a la población acerca de la diabetes mellitus, una enfermedad causada por la insuficiencia en el organismo de una hormona, la insulina. Un día, el 14 de noviembre, que es una llamada de atención sobre una enfermedad que afecta a millones de personas en todo el mundo, muchas de ellas sin diagnosticar, provocando muchas discapacidades que podrían evitarse con las adecuadas medias de prevención. En particular, las amputaciones de miembros inferiores.
La diabetes es una enfermedad que no se manifiesta con dolor, y por eso sus gravísimos efectos pueden pasar desapercibidos. La insulina es una hormona producida en el páncreas, y de ella depende que la glucosa penetre en las células suministrándolas la energía necesaria. Cuando el organismo no es capaz de producir insulina, nos encontramos ante la diabetes de tipo 1; cuando produce poca, o no la utiliza adecuadamente, estamos ante la diabetes de tipo 2, que es más común. En ambos casos se produce el mismo resultado, la glucosa permanece en la sangre ante la insuficiencia de insulina, generándose serias complicaciones.
Entre los daños sufridos en los distintos sistemas del organismo por el aumento de la concentración de glucosa en la sangre, son los cambios en los vasos sanguíneos y en los nervios los que originan el problema del pie diabético. Se trata de un importante problema que sin la debida atención y el correcto cuidado conlleva la aparición de úlceras, y, desgraciadamente, puede incluso exigir la amputación de piernas y pies.
Los consejos que las autoridades sanitarias insisten en recordar periódicamente pretenden concienciar sobre los beneficios de cuidar nuestra salud: llevar una dieta sin excesos y sana, que incluya frutas, verduras y alimentos bajos en grasa, almidón y azúcar; evitar el tabaco y las bebidas alcohólicas; practicar de forma habitual ejercicio moderado; y controlar regularmente los niveles de azúcar en sangre y de colesterol.
Las personas diabéticas deben implicarse de una forma muy activa en su propio cuidado, asegurándose de la ausencia de heridas y lesiones en sus pies. Deben examinar el interior de los zapatos antes de ponérselos, no andar descalzos, usar calzado cómodo, mantener los pies limpios y cuidar bien la piel y las uñas. Y, lo que es de vital importancia, deben efectuar habitualmente, solos o con ayuda de otra persona, una supervisión de sus pies, atentos a la aparición de cualquier herida o llaga que recomiende una urgente visita al especialista. Acudir con regularidad al podólogo será la manera de comprobar la ausencia de señales de alarma, o de actuar rápida y eficazmente si éstas ya han aparecido.
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