En el mundo desarrollado la obesidad se está convirtiendo en una nueva plaga que actúa silenciosamente, afectando a personas de todas las edades. Los datos del último Estudio Aladino, sobre
prevalencia de obesidad infantil, muestran una realidad preocupante en nuestro país: el 43% de los niños de entre 7 y 8 años tiene problemas de sobrepeso. Los datos son ligeramente más optimistas
que los de hace dos años, pero no permiten albergar demasiadas esperanzas. La franja de edad analizada se escoge porque se considera un buen indicador de futuro, lo que significa que dentro de
unos años casi la mitad de los adultos tendrán sobrepeso o serán obesos.
El peso, o mejor dicho, su exceso, determina la aparición del dolor de pies, cuando no de dolencias más graves, debido a la mayor presión a la que se ve sometido el talón. Si comenzamos a sufrir molestias en los tobillos, inflamación en la parte trasera del pie o de sus ligamentos o una fascitis plantar, es posible que la causa se encuentre en unos kilos de más que no solo molestan estéticamente. Además, si el sobrepeso acompaña a otras dolencias, los problemas se multiplican; en las personas con deficiencias óseas aumentará el riesgo de fracturas, y en las personas diabéticas, empeorarán los problemas circulatorios en el pie.
Si aparece el dolor de pies, debemos siempre consultar al especialista, teniendo en cuenta que si el dolor va unido a un exceso de peso, sobrarán motivos para replantearse el estilo de vida, y, sobre todo, para decidirse a adelgazar. Mientras esto sucede, es importante no descuidar el calzado utilizado, porque puede contribuir a empeorar la situación. Al aumentar de peso, el ancho de pie varía, y no podemos seguir utilizando los mismos zapatos que antes. Si nos quedan pequeños, provocarán más presión en los pies, y si optamos por unos demasiado grandes, el pie quedará suelto, resbalando y soportando fricciones.
El ejercicio suele ser una práctica aconsejable cuando se está a dieta, siendo muy importante que el calzado deportivo tenga bastante amortiguación y que sea el adecuado para el deporte elegido, el tipo de pisada y el peso. Es decir, a las características personales de cada uno, para rebajar el impacto de la pisada y reducir el sufrimiento de las articulaciones y de las plantas de los pies. En definitiva, para que el ejercicio no se convierta en una obligación, sino en un hábito que proporcione salud y bienestar.
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